
Leer y compartir la información más tóxica nos genera ansiedad, pero al mismo tiempo una sensación de seguridad. La paradoja tiene una explicación: según los expertos, es como ver un accidente de tránsito y sentir un íntimo alivio de no ser parte de él.
Pasar horas enteras, que se consumen como si fueran segundos, frente a la pantalla del teléfono celular, iluminados por su resplandor (y de paso, perdiendo la vista), para consumir noticias… generalmente malas.
No poder despegarse del dispositivo; deslizar el dedo para que aparezca más información —incluidas las secuencias de broncas interminables en los comentarios a las publicaciones— sin entender ni por qué ni para qué lo haces. Terminar empachado de negatividad, ansioso/a, irritable, nervioso y, muchas veces, malanochado, porque el hábito es especialmente nocturno.