La casa de muñecas de Ramón Gómez de la Serna
En el número 4 de la calle Velázquez de Madrid existió, en los años veinte, un torreón cuya cima la ocupaba un gabinete tan extraño como el del doctor Caligari. Su ocupante respondía al nombre de Ramón Gómez de la Serna.
Figura impresionista, este hombre enjuto y de mirada socarrona hizo lo posible para que su vida y obra se fusionasen. Así, llenó su estudio, igual que los libros, con espejos, figurinas africanas, manuscritos y maniquíes.

El coleccionismo de Ramón no era banalidad, sino que respondía a la convicción de que las cosas, igual que la gente, tienen espíritu. Esta premisa la aplicaba a lámparas, pisapapeles y, con mayor razón, a su fetiche favorito: muñecas de tamaño real.