
Dar una segunda oportunidad a los desperdicios de alimentos e interactuar con los recicladores que rescatan del basurero residuos de todo tipo son dos maneras de marcar la diferencia en el atestado mundo de desechos en que vivimos.
Un proyecto universitario cumple veinte años demostrando que la comida que desechamos no debería llegar al tacho de la basura.
Clasificar, seleccionar, almacenar y distribuir alimentos que se desperdician, pero que aún son aptos para el consumo humano, son las acciones cotidianas de cientos de voluntarios en el Banco de Alimentos de Quito.