
Lejos de la cuna
Los cañones se silenciaron con la rendición japonesa de 1945, sin embargo, esto solo era el preludio de una guerra que, silenciosa, se incubaba entre los dos principales ganadores de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética.
Una vez que esta potencia obtuvo la bomba atómica gracias al físico y espía Klaus Fuchs, tanto Stalin como Truman comprendieron que un conflicto directo era impensable porque solo se saldaría con una extinción masiva, optando por combatirse con bozales: diplomáticos de ambas orillas desfilaban en territorios exóticos, abonándolos con su ideología y a su paso dejaban carteles, panfletos, películas y libros con su versión de la verdad.
Tras los fogonazos de Corea, Cuba y Angola, llegar al espacio se convirtió en una cuestión nacional. ¿Qué había arriba para invertir tanto esfuerzo? La nada. Mas, estar allí antes que el rival para llenarla con satélites era imprescindible.