
La risa reduce la presión arterial, estimula el funcionamiento de los pulmones, también el sistema inmune y el circulatorio, alivia el dolor, libera endorfinas y fortalece la musculatura. Hay terapias que llevan su nombre y médicos, de la talla del gran Patch Adams, inventor de la risoterapia, que han dedicado su práctica a hacer reír a los enfermos para sanarlos o aliviar su dolor.
En el siglo XX Sigmund Freud reflexionó largamente sobre el chiste y su relación con el inconsciente, el modo liberador con el que el humor afecta o libera la psique. La periodista especializada en psicología, Edith Sánchez, resume: “Freud consideraba que el chiste es uno de esos mecanismos para hacerle frente a la represión social, cultural o individual que nos genera displacer o neurosis”. En ese sentido el psicoanalista hizo una amplia clasificación de las formas del humor y las motivaciones que encierra, a veces inocentes, otras veces hostiles y guiadas por la obscenidad.
Siglos antes, en la Edad Media, la risa compartía categoría con lo prohibido. En El nombre de la rosa, como ejemplo, Umberto Eco da cuenta de un tratado sobre el humor y la comedia celosamente guardado para evitar la proximidad con el diablo. La distancia con el humor, presumiblemente, sostenía las normas de la religión que celebra la contrición y la modestia.