Por Daniela Creamer
Ya no es tiempo de metáforas. Si antes podíamos decir sin reparos que por obtener algo me cortaría la pierna, ahora es mejor cuidar las palabras. De lo contrario, podría sucedernos lo que a Marion Cotillard, actriz de magnético encanto y versatilidad, la Edith Piaf que obtuvo el Óscar por La vida en rosa, la misteriosa criatura de Medianoche en París, la diva de Francia más aplaudida del momento.
No satisfecha con ser disputada entre Woody Allen, Tim Burton, Michael Mann o Christopher Nolan (con él rodo el nuevo Batman), con tal de trabajar con el francés Jacques Audiard (ya Palma de Oro en Cannes por Un profeta), aceptó amputarse sus hermosas piernas, devoradas por una enorme orca que la confundió con los bacalaos que su adiestradora Stephanie —su personaje en el filme— le arroja como premio a sus saltos y piruetas que sirven de atracción al público de Marineland, el parque marino de la Costa Azul.
