Por Ana Cristina Franco.
Ilustración: Luis Eduardo Toapanta.
Edición 467-Abril 2021.

Nunca imaginé esto. Ni siquiera viendo tres temporadas de Black Mirror de corrido. Yo, que sueño con océanos enormes que se desbordan, que he imaginado desastres naturales, meteoritos destruyendo la Tierra, las siete trompetas del apocalipsis. Yo, que he temido e inventado las más escabrosas enfermedades, nunca, nunca, creí posible que en pleno siglo XXI la vida se convirtiera en un capítulo alternativo de una novela de ciencia ficción.
Los primeros meses fueron lo más parecido a lo que imaginé de una guerra. Varias veces pensaba en Ana Frank escribiendo en su refugio: ese ritmo, esa rutina que adquieren las casas en los confinamientos. Esa extraña paz que sostiene la hecatombe. El silencio que resiste en medio del desastre.