El acoso es una tortura silenciosa, sin horarios, aun peor que el bullying, pues el acosador puede ser quienquiera: un vecino, una amiga, un exnovio. Alguien que te sonríe en la cara pero en las redes te apuñala.
A cualquier hora. En horario escolar o cuando la jornada ha terminado. De lunes a viernes o durante el fin de semana. Al despertarse o al intentar dormir. En la calle, la casa, el bus. Por FB, Twitter, Instagram, TikTok, SnapChat, WhatsApp.
En cualquier momento puede activarse el sonido de la notificación. Un mensaje. Un nuevo post. Algún meme. Un like, varios retuits. Muchos emojis de jajaja (con lagrimitas, de tanto reír a costa ajena).
Y otra vez: la vergüenza. La ansiedad. La humillación. Y el dolor punzante de ser el sujeto de la burla colectiva y, en muchos casos, anónima.