Tras la debacle americana en Afganistán, China sabe que llegó la hora del abordaje
No hay una fecha exacta, desde luego, pero ocurrió en algún momento entre finales de la década anterior y comienzos de la actual: el rumbo de la relación entre las dos superpotencias mundiales, Estados Unidos y China, dio un giro de ciento ochenta grados, para pasar —por encima de desconfianzas y asperezas— de la integración económica creciente a una rivalidad en todos los ámbitos, que con rapidez está convirtiéndose en una confrontación dura y directa. Una segunda guerra fría. Y, así, el mundo es hoy, y lo será cada día más, un lugar menos próspero y, sobre todo, más peligroso.
Cuando ese giro ocurrió, China ya había resuelto llegar algún día a la cúspide del poder mundial. Tan sólo había que tener constancia y paciencia, siguiendo el precepto cínico y sagaz que, a finales de los años setenta, había establecido Deng Xiaoping para la política exterior de su país: “esconder tus capacidades y esperar el momento”.
