Tumbas vacías
La abadía de Westminster es una frontera entre lo sagrado y lo profano. Fuera, una columna interminable de turistas avanza hacia la entrada, como una daga hundiéndose en el costado del dios de la incongruencia. Pero una vez superadas las boleterías y los controles de seguridad, la voz del deán John Hall fulmina al visitante:
—Silence! You’re in a holy land!
La advertencia retumba en los parlantes, último rezago de modernidad que hay en aquella tierra sagrada. Cada cierto tiempo, la misma voz pide que los turistas permanezcan en su sitio y la acompañen con una plegaria.