
Estamos sometidos a la burocracia de la covid. Mascarilla por aquí y por allá: en lugares públicos, en el auto, prueba PCR si viajas, si no te vacunaste o si lo hiciste, prueba rápida, firma de formulario de consentimiento, cuarentena, aislamiento y la lista continúa.
La burocracia covid 2021 también me atrapó con uno de sus largos tentáculos y casi muero en el intento. Llegaba al counter en un aeropuerto gringo, toda prosuda porque tenía completa mi pauta de vacunación y de repente mi estómago empezó a crujir de estrés cuando el ceño de la persona que me atendía se tornó preocupado y pensativo. Los minutos se alargaban con lo que parecían horas hasta que sentenció: “Usted no puede viajar así, son trece días y trece horas desde que obtuvo su segunda vacuna para la covid y el manual de su país indica que deben ser catorce días…”. Silencio… más crujir de entrañas: “No podré embarcarle si no tiene su prueba PCR, pero no se preocupe, ¡en el terminal x pueden realizarle una prueba!”.
Rogué y supliqué, nada. Pedí al menos dejar mis maletas allí para no correr por todo ese inmenso aeropuerto y tampoco. Este es tu castigo, me dijo el universo, tendrás que correr y correr, llevando esas maletas que no ruedan a cuestas porque, si no, perderás el vuelo. Entonces hice eso, corrí y corrí, quedé sin aliento hasta que por fin llegué al terminal x y encontré un pequeño lugar donde hacían los test. Son 250 dólares, me dijo con mal modo la persona que atendía. La prueba de PCR más cara del planeta pensé, pero ni modo, no podía perder ese vuelo.