El atractivo físico de los candidatos tiene un efecto positivo importante en su éxito electoral. Dicho efecto es mayor cuando el candidato ocupa posiciones destacadas en la papeleta y en circunscripciones electorales con votantes menos educados. Que los candidatos sean principalmente juzgados por su apariencia física, en lugar de por sus competencias y propuestas, va en contra de una justa participación como sinónimo de democracia.

La belleza —en términos generales— está principalmente asociada a la hermosura, a lo que conocemos como atractivo físico. Ser atractivo físicamente tiene varias ventajas que provienen de lo que se conoce como el “efecto halo”. Este se refiere a la extrapolación de la percepción de un rasgo o característica a otros atributos desconocidos.
En el caso de la belleza el efecto halo se refleja en el beneficio que obtienen las personas atractivas pues, a partir de este rasgo positivo, asumimos que son también competentes, confiables, amables y generosas, aun cuando no dispongamos de información suficiente para llegar a dichas conclusiones. La belleza, entonces, puede significar una ventaja en varias áreas para quienes la poseen, y la política no es la excepción.