
El vicepresidente Alfredo Borrero devela los hitos de una vida consagrada a aliviar el dolor humano, cualidad importantísima para alguien que podría suceder al presidente Lasso.
Es corto el trayecto físico y político que separa a la Vicepresidencia de la República del Palacio de Carondelet. Tan corto que, en lo que va del siglo, dos vicepresidentes, Noboa y Palacios, han pasado a ocupar el puesto de los destituidos mandatarios. Y tal como están las cosas, no sería raro que Alfredo Borrero Vega recorriera el mismo camino.
Sin embargo, este neurocirujano de origen cuencano, de sangre liviana y abundantes lecturas —descendiente del presidente Antonio Borrero Cortázar que sucedió a García Moreno, y familia del también presidente Manuel María Borrero—, es casi un desconocido para la mayoría de ecuatorianos.