Por Ave Jaramillo
Ilustración: Luis Eduardo Toapanta
Edición 457 - junio 2020.
Uno de los comediantes más audaces del Ecuador deja el micrófono por un momento para reescribir la historia nacional. Y sí, es verdad, nuestro pasado no es el mejor, pero vaya que nos ha enseñado invaluables lecciones de vida y nos ha curtido el pellejo. Si hemos podido con este país, podremos con todo.

En la Divina comedia, cuando Dante entra al infierno guiado por Virgilio, lee en la puerta una inscripción que dice: “Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate”, lo que significa: “Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis”. La primera vez que escuché esos versos oscuros, cursaba tercer año en el San Gabriel, un colegio jesuita con costumbres castrenses. Si llegabas atrasado, estabas obligado a pasar la primera hora de clase haciendo calistenia: flexiones, saltos… sapitos. Un amigo de un curso superior, lector prematuro, atrapado en esos ejercicios matutinos conmigo, citó las palabras de Dante y, no sin algo de resentimiento, me dijo que deberían poner el mismo letrero en la entrada de nuestro colegio. “Es un exagerado”, pensé.