
El rock and roll llegó al Ecuador a finales de los cincuenta, y su primer ícono juvenil fue Rubén Barba. Su carrera musical, que duró diez años —como la de los Beatles—, estuvo cruzada por una historia de amor que lo llevó a componer la canción que se conoce como el segundo himno del Ecuador.
1. Un primer encuentro que no salió bien
Rubén Barba tenía catorce años el día que vio pasar al destino frente a sus ojos. Era una mañana del año 55 del siglo XX, y él había terminado la rutina de media hora de pesas que solía improvisar con un amigo para sentirse un hombre mayor, un hombre grande y fuerte. Todavía en camiseta, con los músculos tensos y el aliento agitado por el ejercicio, sintió soplar al viento alborotado por una presencia femenina de trece años, que atravesaba la plaza del Teatro en dirección opuesta a la suya. Sin pensarlo dos veces, y secundado por su amigo, se acercó a ella con la idea de entablar conversación.
—Vea bonita.