Uno, el holding
Y, finalmente, sucedió… Después de quince años de luchar, rodé una película, rodé mi película. Es una historia larga, así que la contaré por partes.
El crew de romanticismo y fracaso, al contrario del de la mayoría de películas de ficción, se compone de no más de veinte personas. Nuestra película no recibió fondos del Estado ni fondos de Ibermedia ni fondos de casi nada, pero aun así nos subimos al ruedo con veinte guerreras y guerreros con cámara y micrófono.
Actuar y dirigir es desdoblarse en el set, pero sobre todo es tener confianza en el equipo. Cuando empiezan las jornadas, Simón (el director de foto) da vueltas por el set, analiza a los actores, se toma un Red Bull mientras mira en su cabeza las imágenes que están por nacer, es un mago, convierte el peor de los escenarios en una imagen misteriosa y, por ende, bella. El Rambo (la mano derecha del Simón, cabeza principal en el equipo de foto) hace justicia a su apodo, sube, baja, arma, desarma, y sobre todo analiza el monitor como quien compone una orquesta.
