
Pelo rojo encendido. Vestido rosa de lunares negros. Medias amarillas con puntos. Es Yayoi Kusama de 94 años. Vive en un hospital psiquiátrico en el que se internó voluntariamente y, desde ahí, sigue creando. Ella misma parece una obra de arte, la Little Dot del cómic de Harvey (1949), hecha de carne y hueso. Esta es su obra.
Yayoi Kusama nació en Matsumoto, Japón, en 1929, en una sociedad en la que no encajaba. Desde pequeña era rebelde, vivía en el campo y su familia tenía trazado su futuro: debía ser ama de casa como mandaba la tradición. A los diez años pintaba, pero se salía del molde. Su madre rompía sus dibujos. Pintaba las flores del campo, pero las llenaba de puntos y patrones. Cientos de puntos. Puntos infinitos. Puntos que, obsesivamente, aparecían en su cabeza como alucinaciones y luego se volvían dibujos.
En estos días sus puntos volvieron a ponerla en el ojo público en Nueva York, París, Tokio y en el Museo Guggenheim de Bilbao.