Un diagnóstico tardío abre la puerta para hablar de un tema poco abordado: el autismo en adultos. A través de una experiencia personal, este texto es un prisma para mirar al mundo desde la perspectiva de la neurodivergencia.

Regalo de cumpleaños
Dos semanas antes de cumplir cuarenta años, fui diagnosticado de autismo. “Javier cumple con los criterios para diagnosticar un trastorno del espectro autista en grado 1”, reza el documento de trece páginas que recibí. Los especialistas que me evaluaron se reunieron conmigo aquel día para explicarme las implicaciones del resultado, los criterios que tomaron en cuenta y las recomendaciones para mejorar mi calidad de vida. Escucharlos supuso un alivio y un golpe emocional.
Lo primero que hice fue contarle a mi novia y desahogarme. Después compartí el documento con mi madre y con mi hermano Andrés, quienes tuvieron la paciencia de leerlo completo. Ahora todos teníamos las herramientas para comprender mis comportamientos y lo conflictivas que siempre fueron nuestras relaciones: “No hace charla social, no hay reciprocidad en la comunicación, es muy reservado (…) Siempre ha sido imprudente, es muy directo y hosco”.