Ricky Gervais, el más que famoso comediante, tiene una faceta de escritor y director que vale tomarse muy en serio. After Life, disponible en Netflix, muestra que el sentido del humor es la forma más linda de la inteligencia, aunque no siempre sirva para reírse.
Una persona es una casa. Cuando esa persona se va, esa casa se cae, se derrumba. Abajo, entre las ruinas, siempre quedará alguien, y quizás todavía respire. Quizás ese sea precisamente el problema: seguir respirando, sentir que el aire entra y sale de los pulmones, que pasa por el pecho, que camina por la garganta, trepando la escarpada y cayendo de nuevo, que moja la lengua, pero que no sirve de mucho o no sirve de nada si el cuerpo se niega al aliento.
Una persona es otra persona. Esas dos personas eran una casa. Una de esas personas se fue, enfermó, dijeron que había posibilidades, que tal vez el tratamiento fuera efectivo, que con estas cosas nunca se sabe, pero no, ella enfermó y murió, y lo que vemos, la forma en que llegamos a conocerla, es un video en el que aparece sentada sobre la cama del hospital, un pañuelo cubre su cabeza redonda, y en el que dice muchas cosas, pero dice o insiste sobre todo en una: sigue viviendo, sigue siendo como eres, sigue siendo feliz.
