EDICIÓN 486

Cuando era pequeño odiaba mudarse de casa, así que ahora, si puede, evita cualquier traslado; y no viaja fuera del país. Solo que un negocio como el suyo depende de las mudanzas. La gente se deshace de sus libros cuando se va de viaje o cuando algún pariente se ha mudado de este mundo al otro. Y él se dedica a comprar bibliotecas enteras, clasificar sus contenidos, empacar, meter libros en cajas o cargarlos de tres en tres, de una de las librerías de viejo que administra a otra.
Conocí a Max Ramos hace poco, en Ciudad de México. Caminamos por las calles de su barrio, que él conocía como la palma de su mano, y me contó que la idea de El Burro Culto no fue premeditada. Tenía un cliente que solo leía libros físicos en primeras ediciones y siempre y cuando tuvieran la firma del autor en una dedicatoria. El ejemplar tenía que estar en perfectas condiciones, además; si tenía algún raspón, prefería esperar hasta conseguir el ejemplar ideal. Hay tanto por leer, solía decir finalmente.