EDICIÓN 486

1
Apenas salto del bus en los brazos de la multitud que me acoge como a rockstar y me repele como a portador del virus, el maldito sol se me lanza encima como una jauría de zopilotes. De sombra, no hay el menor indicio, así es que sin chistar me sumo a la muchedumbre que huye de sí misma.
Esto mata, cabrón, me grita un poseso desde el volante de una flamante camioneta, alta como un balcón. Con un esguince de torero esquivo el embiste y desde la acera lo miro con la pena que se mira un cerdo recién despostado. A su vez, el poseso, hinchando la cara hasta casi reventarla me mira con tal odio que más bien parece miedo.