EDICIÓN 485

¿Qué lleva a un grupo de pacientes a alquilar un ataúd vacío y organizar una misa para decirle al Estado que cualquiera de ellos podría ser el próximo en ocuparlo? Crónica de las enfermedades raras y la tortuosa búsqueda de medicinas.
Un ataúd vacío reposa sobre una mesa cubierta por un mantel blanco bordado a la entrada de la Catedral de Quito. Pacientes de enfermedades catastróficas, raras o huérfanas ―y sus familiares― piden a Dios sus medicinas. El Estado se las debería dar, eso dice la Constitución; pero se lo han pedido tanto, sin recibir respuesta, que ya no le creen.