Siempre he creído que cada uno debe librar sus batallas de frente y en solitario, otro anacronismo más que achacarme.
Columna Apestando la Tierra / Por Javier Marías
Parece del todo olvidado aquel dicho que se sabían todos los niños de cuando yo era niño: “Dos contra uno, mierda para cada uno”. Es decir, estaba muy mal visto, se consideraba una cobardía impasable, que dos chicos se pelearan contra uno solo o se metieran con él. No digamos si eran veinte. Quizá por eso, siempre me han desagradado sobremanera esas sesiones en que varios comensales o contertulios se dedican a poner a caldo a alguien y en que, azuzándose unos a otros, compiten por superarse en veneno. Hasta cuando la persona objeto del linchamiento verbal me resultara detestable y merecedora de todas las críticas, me he sentido incómodo y he preferido abstenerme de participar, precisamente por la diferencia de número. Siempre he creído que cada uno debe librar sus batallas de frente y en solitario, otro anacronismo más que achacarme.