Finlandia dejó su neutralidad porque sabe que Rusia la amenaza
Desconcertado y enardecido, después de que su ejército sufriera una serie inaudita de derrotas, el presidente Vladímir Putin decidió —al menos así parece— cambiar por completo su enfoque de la invasión a Ucrania: en vez de la victoria urgente y contundente con la que empezó la guerra el 24 de febrero, su estrategia es ahora prolongarla hasta que llegue el invierno, en el todavía lejano diciembre, de manera que el frío y la nieve vuelvan a salvar a Rusia.
La idea es malévola y magnífica: los europeos, ahora unidos en apoyo del pueblo ucraniano, podrían dividirse y repensar su posición cuando falte la calefacción en sus casas y sus fábricas por la interrupción del suministro del gas ruso. Y, tal vez, al comenzar 2023 resuelvan que sus padecimientos no se justifican y que acaso lo mejor sea dejar a Ucrania librada a su infortunio. Un plan perverso pero eficaz.