¿Qué mueve a un coleccionista a acumular, organizar y clasificar? ¿El cuerpo humano puede ser un objeto de colección? Grandes escritores fueron coleccionistas de objetos pero, ¿desde cuándo se considera al cuerpo de otros como una pieza que se pueda exhibir?

Alguna vez, en el coctel del lanzamiento de un libro, tuve la desafortunada experiencia de oír a un escritor que entretenía a sus interlocutores recitando un catálogo de las mujeres con las que se había acostado: repetía para el público una larga lista con los nombres y apellidos de sus supuestas amantes. Hace poco tiempo, en otro evento cultural, me encontré con una versión actualizada del recitador, un músico que enseñaba las fotos de sus amigas de Tinder, mientras exhibía y comentaba los cuerpos de cada una de sus desafortunadas conquistas, ante el silencio cómplice de la audiencia.
Más allá del disgusto que me produjeron tales exhibiciones, en las que evidentemente las mujeres eran consideradas objetos sin privacidad, sin sentimientos y sin voz, no pude evitar preguntarme: ¿qué hay detrás del deseo de acumular nombres o fotos? ¿Cómo el cuerpo de otros se puede considerar un objeto coleccionable?