Hace algunos años la Real Academia Española ha renovado reglas ortográficas y registrado nuevos términos en su Diccionario, causando polémica sobre una flexibilización de su papel normativo. En este artículo se exploran las razones por las que se ha producido este cambio en las últimas décadas.

En 2012 la Real Academia Española (RAE) inauguró su servicio de consultas a través de Twitter. Desde entonces, algunas de sus respuestas han sido tendencia por el ingenio que han demostrado los administradores de la cuenta. El servicio ágil y renovado de consultas es solo una muestra del giro que ha dado la RAE en los últimos años.
En cuanto los hispanohablantes empezamos la educación formal, algún bienintencionado profesor de lengua nos informa que para hablar o escribir “correctamente” debemos consultar el criterio de la autoridad máxima del español: la RAE, institución que registra las normas gramaticales y ortográficas de nuestra lengua en su conocido Diccionario de la lengua española (DLE) y en otras publicaciones como la Nueva gramática de la lengua española. De esta manera, desde niños, aprendemos que, si escribimos sin considerar lo que dice RAE, es seguro que incurriremos en errores.