
El árbitro Omar Delgado se traga una mano penal del gran Elías Figueroa, defendiendo a Peñarol y le roba el triunfo al Deportivo Quito; 1 a 1, minuto 44 del segundo tiempo. Adentro, con cincuenta mil hinchas, la cancha es invadida y arde: heridos, toleteados por los policías, arrollados por la turba y caballos a galope.
En los exteriores del Atahualpa la hinchada del Deportivo Quito enfrentó a la policía, que repelió ataques verbales y más de un piedrazo. La turba futbolera no podía con su ira: son como quince mil y sienten que el pito paisa les robó el partido por la Libertadores. Así lo recuerda el editor futbolero Jacinto Bonilla, testigo de los hechos, en una nota de Jorge Barraza, cronista de El Universo.
Los gendarmes arremetieron con caballos y tolete. Es sábado mediodía de un marzo 2 de 1969. En mi memoria aún hay lugar para esos incidentes. El árbitro en el hospital, motos quemadas, dos patrulleros destruidos, numerosos heridos. Y uno ahí, mocoso de seis años, bien agarrado del pantalón de mi padre. Los caballos parados en dos patas, con los ojos brotados; el ruido de los cascos, resbalando en la calle, la gente insultando, corriendo, cayendo. Una escena de película en la entrada a la Tribuna del, entonces, gigante del norte.