Desde hace algunos años hay un debate respecto al consumo de leche; la cuestión radica en su calidad y en cómo la industrialización cambió sus propiedades.

La leche era parte de la alimentación habitual de los abuelos, pues la obtenían directamente de las vacas: leche cruda y fresca, así se consumía. Eran mucho más naturales porque los animales eran de libre pastoreo y no se usaban medicamentos ni químicos en ellos.
Pero, a medida que avanzó la industrialización, se desbordó el uso de antibióticos en las vacas con el fin de obtener una leche libre de bacterias. Y si bien se cumplió el objetivo, el organismo humano desarrolló resistencia a estos antibióticos. A partir de ese momento empezó a preocupar la respuesta del sistema intestinal e inmunológico a esta “nueva leche”. “La industrialización de alimentos ha sido buena, pero también ha dañado los alimentos icónicos que manteníamos en nuestra dieta”, explica a Mundo Diners la nutricionista Cristina Ontaneda.