Fotorreportaje de Martín Jaramillo Serrano.
Edición 449 - octubre 2019.
Esta historia sucedió hace no mucho tiempo, cuando el campo todavía quedaba muy lejos de las ciudades y los caminos se hacían a pie o a lomo de bestias durante días y noches. La Ley de Estancos monopolizaba para el Estado la producción y comercialización de aguardiente y forzaba al contrabando y la producción ilegal a muchas familias, por ser una mejor alternativa frente a las pobres ganancias del jornal campesino. Hubo en San José de Minas, una parroquia al norte de Quito, un grupo de muchos hombres y pocas mujeres que dominaron el arte de arrear hasta 100 litros de aguardiente en un solo caballo por caminos durísimos, largos y peligrosos, entre lodazales, culuncos, precipicios, hambre y sed. Esquivando guardas de estanco que podían encarcelarles, robar sus cargas o incluso dispararles; los arrierros sacaban ilegalmente la gran producción de aguardiente de esta parroquia hacia Otavalo y las afueras de Quito.
Finca El Naranjo en la parroquia San José de Minas del Distrito Metropolitano de Quito.

