
En su prólogo al Índice de la nueva poesía americana, antología aparecida en Argentina en 1926, Jorge Luis Borges decía: “Desde mil novecientos veintidós —la fecha es tanteadora (…)— todo eso ha caducado”. Se refería al modernismo de Rubén Darío y compañía. La forma en que lo dice sugiere que antes de 1922 lo que se escribía desde América Latina estaba cargado de una especie de nostalgia por Europa, y que de ahí en adelante hubo una inmersión (y creación) en lo propio.
El prólogo de Borges no es el tipo de documento que más asociamos con este autor, que llegaría a ser tan grande en el panorama de la literatura mundial. Resulta oportuno decir que fue otro Borges quien lo escribió. No necesariamente acertó con la fecha, se puede alegar que el chileno Vicente Huidobro ya había logrado arrancar el proceso de la poesía de vanguardia unos años antes, pero sí acertó en su intuición de que el tipo de literatura inaugurada por poetas latinoamericanos hace cien años, más menos, produjo lo que posiblemente, como ha dicho Mario Campaña, sea el mayor legado cultural de nuestro continente.
El Índice es uno de los textos que inaugura el formato de la antología internacional, dividiendo a escritores y escritoras de la región según su nacionalidad. La publicación resalta el carácter colectivo y hasta cierto punto anónimo del proyecto poético latinoamericano de la primera mitad del siglo XX. Al prólogo de Borges se suman los de Huidobro y Alberto Hidalgo (este último el verdadero promotor y editor de la antología), pero lo que interesa en el fondo no son las partes sino el conjunto.